Lo escribía el otro día y lo mantengo: estaba a favor de los motivos de la huelga pero no con su convocatoria, porque al final no sirve para nada, nada cambia y sólo sirvió para que muchos trabajadores se tuvieran que tragar su orgullo y convicciones e ir a trabajar por miedo a perder su mal pagado empleo. Sin embargo, sin entrar en las cifras, que como siempre son una tomadura de pelo para todos los ciudadanos por ambas partes, hoy me he levantado con una sensación más dulce que agria por los resultados del 14-N. Y es que me dan igual las cifras, lo que me ha gustado es la movilización que ha habido. Ver las calles, no de Madrid o Barcelona, sino de Cádiz llenas de gente manifestándose me ha producido una gran alegría, porque para mí ése era el verdadero objetivo de esta protesta.
Lo que esperaba y he visto es que la gente empieza a movilizarse donde debe hacerlo, en la calle, Los ciudadanos, porque aquí no se puede hablar sólo de trabajadores, sino de toda la sociedad, ha asumido que no puede estar callado o quieto en su casa lamentándose de cómo van las cosas, sino que debe mostrar su enfado saliendo a la calle, manifestándose, exigiendo cambios y sobre todo reclamando soluciones a esta situación por la que atraviesa el país. Y más aún, me ha entusiasmado que hayan ido de la mano los trabajadores, los parados, los jubilados, los deshauciados, los enfermos… todos, sin reproches mutuos, sin fractura social. Unidos por una causa justa y común: que están hartos de ser ellos los paganos de toda esta crisis.
Es cierto que no fue la mayor manifestación habida en Cádiz, que todavía falta demasiada sensibilidad entre muchos ciudadanos (de ahí el ese sabor agrio del principio), pero se ha dado un paso que debe ser el primero de muchos otros, porque sólo con la unión de todos se logrará cambiar algo. Es cierto, y ya Rajoy lo ha dejado claro, que el 14.N no va a cambiar nada de forma inmediata, pero tampoco nadie esperaba que hubiera cambios en el tema de los deshaucios y la presión popular, el papel de los medios de comunicación (que esta vez sí han realizado perfectamente su labor) y la desgracia de un par de suicidios han servido para dar unos primeros pasos para buscar una mínima solución.
No quiero más muertes para cambiar nada porque lo único que no tiene remedio es la propia muerte, pero si confío en que ese espíritu de unión y de protesta del 14-N se mantenga y ayude, poco a poco pero sin pausa, a cambiar una forma de gobernar y de entender la economía que se basa en explotar a los que menos tienen para mantener los privilegios de los que más ganan.